El amor es como un contrato.
cuando se ama se firman
tantas esperanzas
que llevan artículos febriles,
convenios eternos
y renuncias completas…
Manifestándose así
por el andar de los años,
al lado del ser amado
se efectúan fielmente
al son de las caricias
explícitas del cuerpo.
Instauran un pacto erótico,
naciendo de el
un amor pulcro.
Se da el romance día a día
y la pasión noche tras noche,
mientras se negocia el sentimiento
por un valor extenso.
Nos hacemos dueños,
el uno al otro,
como un patrón romántico,
con sensaciones claramente juiciosas
dándole así un emboque único
a las proporciones inmensas de cariño.
El contrato es costoso,
tanto que la vida a veces no alcanza
para acabarlo,
pero el precio es tan lícito
como la virtud
y la confianza de practicarlo,
siempre al margen de la letra
como el matrimonio
lo promete y asemeja.
Lo que nunca se compra,
es el amor de corazón,
aquel que debe tenerse persistentemente,
aquel que vale más que un papel
y perece hasta que lo muerte
así lo pretendiere.
Y cuando termina,
el amor,
el contrato
ha finalizado.